Por Agustina Giraudo
Junto al maestro Iván Melón Lewis acompañándola con su piano de cola y con algunas notas a modo de coro, el show comenzó a las 22:10 horas con “Sueño con ella”. Buika trajo consigo decenas de anécdotas que enredaron sus letras con los espectadores, los cuales expresaron una gran identificación con muchas de ellas. Uno de esos momentos fue cuando entonó “Jodida pero contenta”, dedicándoselas a todas las presentes y a ellos, “los jodidos también”. Hombres y mujeres estallaron en carcajadas mientras comenzaron los acordes.
Descalza y con un vestido que se le deslizaba en capas, impostó con fuerza las más tristes notas flamencas, sosteniendo su pecho y su vientre, apretando los dientes y puños. Es que su sello distintivo pasa por expresar profundamente lo que cuenta con su voz.
“Mi niña Lola”, “Volverás”, “No habrá nadie en el mundo”, “Oro santo y “Nostalgias”, fueron parte de esta noche sin estructuras ni esquemas. Con “El último trago”, celebró la vida de Chavela Vargas, a quien recordó como una mamá musical, trayendo a la memoria de los presentes a la recientemente desaparecida cantante mexicana.
También presentó una curiosa versión de “Bailamos”, conocida popularmente por Enrique Iglesias. Pero extremadamente lejos de aquella, Buika hizo suya esa canción imprimiéndole su estilo propio. Y así, fiel a su sentir, improvisó unas estrofas con tintes de reproches, con dolor y furia, agradeciendo luego al público por ser su fuente de inspiración al ayudarla a decir lo que no se atrevía a hacer en la cara de a quien se la dedicaba.
Llegando a la medianoche, el espectáculo fue tocando su fin. Dejando una gran muestra de sencillez y sensibilidad de mujer enamorada, esta flamenca atípica entregó cuerpo y alma en aquel escenario cordobés, que esperará ansioso su próximo regreso.
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